CIUDAD NEGRA / by VHB - 2018
CIUDAD NEGRA
una ciudad del pecado
“…la ciudad del pecado se empequeñece en el espejo retrovisor, tan estropeada y agotada como una puta esperando al amanecer y a la soledad. miro el reloj queda bastante noche para ampararme en la oscuridad.”
Fragmento del dialogo de la película: La ciudad del pecado (Sin City)
“…intentaré describirte Zaira, la ciudad de los altos bastiones. podría decirte de cuantos peldaños son sus calles en escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de zinc cubren los tejados; pero ya sé que sería como no decirte nada. La ciudad no está hecha de esto, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado.”
Ítalo Calvino
“Cada quien se engaña con la mentira que mas le guste”
Fragmento del dialogo de la película: La ciudad del pecado (Sin City)
En lo profundo del argot genealógico de las muchas ciudades que atraviesan el imaginario creativo de un público medianamente culturizado, podemos observar todo un desfile de prototipos que van desde la literatura con –por ejemplo– las Ciudades Invisibles[1] de Ítalo Calvino al reino de Camelot del Rey Arturo, pasando por las ciudades de ficción como la Ciudad Gótica o la icónica ciudad Metrópolis de Superman, además de las ciudades caóticas de la pintura impresionista de finales del siglo XIX; (las ciudades de Monet, de Mondrian o de Cézanne), las del puntillismo o las de los antros más degenerados como de Camille Pissarro, Edward Hopper o los más actuales grafiteros de Sao Paulo, New York o Lima, quienes formatean la ciudad a su antojo.
De todas ella, a lo mejor la Ciudad del Pecado[2], esa ciudad degenerada sacada de las historietas de Sin City, el cómic de Frank Miller y que Robert Rodríguez lleva al cine, es muy probablemente, la que más se adapta al intento de Víctor Hugo Bravo de desmantelar la superestructura que sostiene al concepto de “ciudad”, esta vez ya no considerada el telón de fondo en donde simplemente se desarrolla una historieta, sino considerada ella misma como una estructura urbana viviente cuya existencia modifica –para bien o para mal– el mismísimo destino de sus habitantes, su razón de ser, pero sobre todo aglutina en su vientre el poder de definir los rumbos de sus ciudadanos.
En su trabajo CIUDAD NEGRA, presentado en el Museo “Salvador Allende”[3], Víctor Hugo Bravo coloca en estantes de hierro objetos bélicos los cuales asimilan una serie de formas orgánicas que como puñales, estiletes, manoplas y demás objetos ergonómicos simulan armas que a ratos parecen los arquetipos de la edad de hielo –a veces–, y desde otra perspectiva se transforman en elementos para una guerra sofisticadísima de un futuro no muy lejano, las cuales se desplazan en estas estanterías que así mismo pareciera que simulan los archivos de los museos históricos, o las reservas de una guerra histórica pasada, a veces, simulan los archivos en donde está todo lo relacionado con la evidencia de un crimen, o los mudas pruebas que se exhiben en el noticiero de crónica roja luego de que la policía capturara a las bandas de hampones en las urbes de segundo y tercer mundo. Así mismo y por el otro extremo, también alguien encontrara un parecido con las bibliotecas llenas de conocimientos, o las vitrinas llenas de objetos que si uno mira pasar rápidamente podría pensar que están a la venta, tal cual se exhiben las cosas en una ciudad cualquiera.
Pues la propuesta de CIUDAD NEGRA, al menos para los que seguimos de cerca su trayectoria curricular, nos parecerá –sin duda– la continuación de la exposición Cabezas Cívicas, de lo sucio y el fusil sanitario[4] y de la muestra: Arma-2 DEFORMACIÓN ESTADUAL[5], las dos de alguna manera ya abordan el tema del camuflaje (el segundo) y de la blanqueamiento (la primera); sin embargo, en este trabajo la crítica está centrada en los aparatos de Estado y las políticas de ciudad que permiten tales trastornos, elevando la discusión a un parámetro mucho más crudo y brutal, que sin duda pule el tratamiento conceptual a la vez que le da la firmeza necesaria para una verdadera y brutal crítica que afronta todo el aparataje “burgués” de un modernismo fingido.
Una teoría del color al estilo Bravo
Pareciera que en CIUDAD NEGRA a Bravo le interesa el juego cromático de la ciudad, esa ciudad tipo Las Vegas, o la Ciudad centro como el Times Square[6] o Tokio por las noches, quienes nos deslumbran en su entusiasta juego de colores, de luminosidad de brillantes, mas, para Bravo la oscuridad absoluta (tipo agujero de gusano) resulta no de las penumbras (como la ciudades cantinas prototipo de la generación decapitada) sino todo lo contrario resultan de ese brillantísimo absoluto producto del éxito económico pero que guarda tras de sí todo un sistema despreciable que convive como un mundo paralelo al formato del éxito visible (ciudad luz).
Así, por ejemplo si acudimos a los colores materia de la teoría del color, o también conocidos como los colores sustractivos, colores que a diferencia de los colores luz los cuales son mezclas de longitudes de onda que provienen de la absorción parcial de la luz blanca; estos colores sustractivos cuando se fusionan todos ellos y entre ellos dan como resultado la luz negra, así mismo el negro absoluto resulta de la excesiva brillantez con la que estas ciudades nos quieren mostrar un éxito comercial, turístico o simbólico, ese brillo de capital, de metrópoli, de oro, de centro del mundo; que se nos proyecta a los ojos y cuyo excesivo reflejo nos encandila en un solo color que es el color negro de una ciudad negra que esconde tras de ese “brillo” todo lo oscuro, todo lo putrefacto y toda la miseria de la superestructura, más lo que tiene que oscurecer para poder blanquear a su vez, en un proceso de ciudad maquillaje, muy típica del desarrollo actual de muchísimas de las grandes ciudades turísticas del presente.
Dicho esto, el circulo cromático de Bravo, nos vuelve críticos a los formatos de bienestar que se despliegan entre el individuo y la ciudad, demostrándonos que los métodos de higienización están presentes en las formas sutiles de convivir dicha ciudad, pues la tautología de la violencia de la que nos habla, sobrevive a todo intento de erradicación, y en ese sentido a lo mejor Baudrillard[7] tenía razón, a más visualización, más fácil su ocultamiento, por lo tanto la transparencia juega a favor del mal, en ese cinismo tan aberrante que se conjuga con las tesis de Vattimo de su Sociedad Transparente[8] y que han llevado a comprender que los sistemas de control hoy en día son mucho más sofisticados que los que Foucault denunció en su época[9].
Por lo que, regresando al esquema planteado, el brillo excesivo produce ceguera, gracias a esa bella luz, luz que atrae a las abejas y demás insectos, pero que es mortal pues cuando el incauto llega a tocarla se quema y cae en picada, así mismo el efecto macabro de esa luz produce una ceguera volviéndolo todo negro y logrando que esa ceguera ante el mundo –ceguera que nos permite no ver la brutalidad de todo el sistema y la violencia con la que procede–, dicho de otra manera para poder maravillarnos de las luces de esos letreros luminosos de ciudad, de ese éxito de tiendas, centros comerciales, etc. existe la contraparte oculta de explotación, de trata de niñas, de esclavismo, de trabajo con menores, de guerras, de violaciones, de intervenciones en países pobres, de fracturas a la democracia, de narcotráfico y demás tráficos ilegales, etc., etc., entre otros males que obviamente no nos interesan porque la luz que se proyecta es tan bella que es imposible ver todo lo demás.
Entonces, la simultaneidad de la Ciudad Negra, tanto como objeto y como sujeto a la vez, nos lleva a entender el factor crítico-estético (el cual Bravo nos manifiesta) se da en estos procesos de saneamiento, de maquillaje y asepsia de una ciudad cosmético, que promete el éxito a sus ciudadanos pero que tal como lo diría Marv[10], ese rufián solitario de Sin City: “cada quien se engaña con la mentira que mas le guste”.
Hernan Pacurucu C
[1] Publicado por primera vez en 1972 por la editorial Einaudi, es un libro que narra los varios tipos de ciudades contadas por Marco Polo al rey de los tártaros.
[2] Estrenada en el 2005 y dirigida por Robert Rodríguez y Frank Miller, consta de cuatro historietas (El duro adiós, La gran masacre, Ese bastardo amarillo y El cliente siempre tiene la razón) que se entrelazan para contarnos una historia de ciudad.
[3] Exposición individual del artista, llamada Cuidad Negra presentada en abril del 2018 en el Museo “Salvador Allende” de Santiago de Chile y con textos de los críticos Inés Artola y Hernán Pacurucu.
[4] Muestra presentada en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil MAAC, año 2015, bajo la curaduría de Hernán Pacurucu y los textos de Mauricio Bravo.
[5] Muestra de Mauricio Bravo y Víctor Hugo Bravo, curada por Justo Pastor Mellado y Hernán Pacurucu, año 2013, Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil MAAC.
[6] Siendo una intersección de Manhattan (Nueva York), la amalgama de colores por los letreros publicitarios generan en sí mismo el corazón de la ciudad, se encuentra situada en la esquina de la Avenida Broadway y la Séptima Avenida.
[7] La transparencia del mal (1989). Ed. Anagrama, Barcelona, 1990.
[8] La sociedad transparente / La società trasparente, Milán, Garzanti, 1989.
[9] Michael Foucault Nacimiento de la biopolítica (Akal, 2009)
[10] Marv, en la película es un villano protagonizado por el actor norteamericano Mickey Rourke.